La casa del árbol
no tenía techo, ni piso
Ni puertas
Para qué...?
Sólo cobijaba pájaros
y anhelos
Había, necesariamente,
que saber volar
perdiendo la razón
una vez más,
y otra vez...
sorbiendo el brebaje
alucinado
Había que saber reír
y romper corazas
moviendo las manos
al compas
entregando el cuerpo
liviana e intensamente
airosos y sutiles
asumiendo con certeza
la fragilidad
ante el vértigo, justo ahí...
Nadie nos enseñó a caer
...Pero ahí estaba la música
Partitura de Fernando González ©aNaNeGrA
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