la humedad
abrió las puertas a deshora,
cubrió mi desabrigo indecoroso
con el vapor febril
de ese vestido
con el que no sé girar
Y mordí tu nombre
antes de decir,
antes de callar
otra vez, otra más...
Y luego, la quietud
tras ese arrullo del aire,
antes de decir,
antes de callar
otra vez, otra más...
Y luego, la quietud
tras ese arrullo del aire,
antes de arder de frío
Soy una
que vocifera el sigilo
y te apalabra desnuda...
La que corrige y edita cada verso
que sugiere y dice...
cada vez que el desvarío
y te apalabra desnuda...
La que corrige y edita cada verso
que sugiere y dice...
cada vez que el desvarío
cruza hasta tus ojos, sin mirar.
Porque me aquieto
en un latido del mundo
que te trae a mi cuello
Y esparzo flores blancas en la bruma
para que ya no abismes en los pasillos
donde la luna
aún no aprendió a besar
Porque me sé de memoria
tu espalda
si te digito mi nombre
cuando quiero que despiertes
justo ahí...
donde te perdono la vida
pero no la muerte
Es que un cortejo de telares negros
pende en cada hueco de esta casa
Vacíos, vacíos...
me tragan un poco, cada noche
si un tiro de gracia de tu olvido
desatina malamente
a esta añoranza
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