jueves, 3 de septiembre de 2020

La bendición de la profanía


Me emano

Me efluvio

Me impregno

Porque hay días

Porque hay noches sin aire 

ni verbo para arder

ignota

y derramarme lenta, como sebo


Supe ser

Supe no ser

Supe correr malherida y descalza


A veces te olvido

y cruzo esa plazuela

con un niño que me habla de su madre

justo al caer el sol


Pero ya la luna

se agita en plena calma

y se esparce muda en tus hamacas

por si el limonero ardiera en sepia

y a deshora


A veces, también

una memoria abrió la puerta de los reencuentros

pero ya no teníamos alas

ni pañuelos


[...]


Sigo aquí

como si no doliera tu mordida

y acaricio la estepa, tan piel

tan lejanía

que me abandono en un tañido

y me ciño al muro

buscando más vocablos

y más

y más

para ya no nombrar lo que no.


Y te maldigo

sin mitigar con agua bendita

mi sed impura y sin fondo


Y en un sincretismo de espejos imposibles

pierdo el decoro en la huida

también mi astrolabio, pero ya no importa


Sólo sabré de vos

en este urdir de sigilos 

multiplicados por mi caleidoscopio frágil

a la salud de los vasos rotos


Sucedimos tantas veces en el vaho

que el vidrio enmudece

si una gota lo viaja y añora el polvo

hambrienta de sal y greda

hasta caer sin saciarse…

viéndonos a los ojos.

 

 


© s/d







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