Compartimos el aire a desgano
viciados
sin aliento ya, para mirarnos
cotidianos, a las 5,
medimos los vasos donde los zócalos no sostienen mi arenga
y ejecuto la brisa
por si la ventana no se golpeara en el tedio
a sí misma
casi en vano
Me torno inanimada hasta que no me divises
quieta en el azul de otro país
ajena
extrañada de mí
Pero y si hubiera que recuperar la ternura, el arraigo, necesariamente...
Este minuto tuvo algo de eso
un intento, una emboscada
Pero la ciudad me sopló las piernas, me buscó los ojos
y por fin, me sentí suya.
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