Ese color a tu izquierda
tan rojo que aturde la ceguera
demuda cada rostro del final de la jornada
ya nadie duerme hasta después de la luz
Antes de ser oscuros
definitivos, antes de cambiar de nombre
el crepúsculo no será ya
y estos pasos volverán a ser furtivos y óseos
porque la luna ya no quiere morderse
ni rozarte el hombro
La renuente
la que no te mira porque ya te vio
tan claro que hoy sube a cualquier destino erróneo
apátrida y con gusto
la que sabe decir “basta” con una sonrisa de goce
te deshabita
para que recojas los billetes de menor valor
prostibularios, viles
y que las doncellas no te vean caminar cansado
Has comenzado a morir
tan ínfimo que las palabras te huyen
puedo girar libremente...
agradecida